lunes, 26 de febrero de 2007

Carlos A. Carrillo y la campaña en favor de la reforma educativa



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_III. LA REFORMA DE LA ESCUELA ELEMENTAL

'1। Carlos A. Carrillo y la campaña en favor de la reforma educativa.-2. Las idea_ pedagógicas de Carlos A. Carrillo.-3. La Sociedad Mexicana de Estudios Pedagógicos.-4. La revista pedagógica "México Intelectual" y los rebsamenianos.-5. Los pedagogos mexicanos más notables hacia fines del siglo XIX.


1. Carlos A. Carrillo y la campaña en favor de la reforma educativa : La eficaz influencia de la Escuela Modelo de Orizaba en sus propósitos de moder­nizar la enseñanza, fue sostenida y llevada a todos los confines de la República. Carlos A. Carrillo, el maestro y publicista de más acendrado e intenso eros pedagógico que ha tenido el país, laboró como el que más, hacia esta época, en la renovación de la enseñanza.
Carrillo,[1] es un caso ejemplar en la histo­ria de la educación en México. La vocación pedagógica en él, se reveló desde sus años mozos. Concluido que hubo los estudios de abogado, se consagró por entero a la doctrina y práctica de la educación; no importó que su formación jurídica fuera admirable y que la capacidad y talento manifestados para ejer­cer la docta profesión de la jurisprudencia, hayan sido reconocidos por los más destacados funcionarios y profesionales de Jalapa.
Carrillo parte del pensamiento de que el atraso de los pueblos depende en gran medida de la mala organización y de los impropios métodos de enseñanza en el Ios empleados; de que la educación elemental es la base sobre la que se erige la grandeza de las naciones, y de que, por ende, el progreso de México se halla ligado a una renovación de su sistema de instrucción pública. Después de haber estudiado la historia de la educación en todos los lugares y tiempos, particularmente las instituciones docentes del siglo XIX en Europa y Norte­américa, volvió su atención a México: leyó memorias; informes, legislación, reglamentos, planes y programas de estudio, textos, revistas de carácter pe­dagógico; y percibió, con honda amargura, que su patria dejaba mucho que desear en tan importante ramo de la administración pública.
Por ende comprendió desde entonces la necesidad de romper lanzas en favor de la reforma escolar, procurando dar unidad y homogeneidad a las di­versas ideas que comenzaban a aparecer, y popularizando los modernos libros sobre la materia, traduciendo y editando aquellos que por el idioma en que estaban escritos o por su elevado precio sólo podían ser patrimonio de unos cuantos maestros. Predicar la buena nueva, iniciar el rápido progreso de la patria por medio de la enseñanza moderna: he aquí su desiderátum[2]

Para realizar propósitos tan ambiciosos, comprendió desde luego la urgencia de influir activamente sobre el magisterio nacional. La reforma escolar debe empezar, dice, por la preparación del maestro, haciendo que llegue la ciencia pedagógica hasta los lugares más apartados de la República; la ciencia del niño, la ciencia elemental que aún era desconocida en México, para lo cual habría que traerla de Europa, traducirla y publicarla en ediciones económicas.
Idea parecida había llevado a don Antonio Matías Rebolledo, un mecenas de la educación pública en esta época, al fundar en 1881, en Coatepec, Ver, una pequeña biblioteca bajo el título de Curso de Educación e Instrucción Primaria, formada con traducciones de algunas obras de Mme. Pape Car­pantier, Ch. Delon y otros. Carlos A. Carrillo asocia ahora su nombre a esta noble empresa y logra redoblar sus rendimientos.
Poco después ve en la prensa pedagógica un instrumento más sólido y vi­goroso en la tarea emprendida, y de nuevo con la ayuda de don Antonio M. Rebolledo, editó, primero (1883), el periódico El Instructor; después, la ­lebre revista La Reforma de la Escuela Elemental (1885).
En el prospecto de El Instructor, aparecido en 1883, recuerda la frase de Renan de que la lucha por la existencia se entabla ahora en el terreno de la escuela y de que ésta carece en México, por desgracia, no obstante los nobles esfuerzos debidos a maestros y funcionarios, de textos adecuados para los alumnos y direcciones prácticas y minuciosas que sirvan de guía al maestro.
El Instructor cumplió su cometido. Fue a modo de una punta de lanza ende­rezada contra el corroído edificio de la enseñanza tradicional.
El éxito obtenido estimulo grandemente a Carrillo, quien pensó entonces en redoblar sus esfuerzos. Para ello, planeó la manera de editar una revista periódica de mayor contenido y circulación. Tal fue La Reforma de la Escuela Elemental, cuyo número inicial apareció el 1° de diciembre de 1885, bajo este epígrafe de Julio Simón. "El pueblo que tiene mayor número de escuelas y , escuelas mejor organizadas, es el pueblo más grande del mundo. Si no lo es ahora, lo será mañana".
La Reforma de la Escuela Elemental vino a transformar e impulsar las pu­blicaciones pedagógicas. Sus artículos fueron siempre oportunos y de la más pura y avanzada doctrina educativa. "El notable caudal de conocimientos que Carrillo había recogido, no sólo en las obras didácticas de mayor renombre en Alemania, Suecia, Bélgica, Francia y Estados Unidos, sino en las publica­ciones que diariamente recibía, su intuición de maestro y experiencia personal, su grande amor a la niñez y la escuela, su desinterés, su abnegación, todo puso al servicio del profesorado nacional en las páginas de su flamante perió­dico durante cerca de seis años (de diciembre de 1885 a mayo de 1891)"[3]
La revista se ocupó de todas las cuestiones importantes de la época: orga­nización y administración de escuelas, legislación y presupuestos, bibliotecas, didáctica general y especial, historia de la pedagogía, libros de texto, progra­mas.

Primer año Tomo l. Num.1 Diciembre 1 de 1885.

LA REFORMA DE LA ESCUELA ELEMENTAL.­

PERIODICO DE EDUCACION.

l. EL METODO OBJETIVO.
(Sección de Metodología.)
El método objetivo, el sistema objetivo, la enseñanza objetiva.
son palabras que traen continuamente en los labios cuantos ha­blan de los nuevos métodos de enseñanza que hoy tratan de in­troducirse en las escuelas, relegando al olvido los antiguos.
Creería cualquiera que una palabra tan usada, tan vulgar,
hasta tan de moda en nuestros días, que corre de boca en boca
sin tropiezo, tiene para todos los que la oyen y emplean, un ­
significado muy conocido, muy riguroso, muy preciso; como cuando
se ve circular de mano en mano una moneda, que todos acep­tan
sin oponer dificultad, debe suponerse con razón que es de
uso tan vulgar en el país, que hasta los niños saben su valor.
Pues nada de eso, sin embargo, sucede en nuestro caso; y si á cuantos ponderan las ventajas del método objetivo, y lo al­zan á las nubes, les vais preguntando uno por uno: ¿En qué con­siste ese método objetivo, que tanto encomiáis?; veréis cómo no
aciertan á responder una palabra á tal pregunta, cómo se quedan­
perplejos é indecisos; y cuando al cabo obtengáis una respuesta, cogida al vuelo y forjada para salir de apuros, veréis que cada cual se forma de él idea distinta; ó, si he de decir la verdad, ¿y por qué razón no he de decirla?, que ninguno de ellos
tiene idea exacta de él, ni mucho menos.
y cuenta que al escribir voy teniendo mucho cuidado con mi
pluma, para que no se deslice; y en vez de una copia exacta de
lo que he visto, vaya á dibujar un cuadro fantástico, un capricho.
Muy de veras me parece que no hay exageración en lo que.
Una página de la revista editada por Carlos A. Carrillo.

edificios escolares, congresos y consejos de instrucción, medios para mejorar la situación de los maestros.
Con la aparición de La Reforma de la Escuela Elemental se preparó la opinión pública en favor de las nuevas doctrinas, y no pocas veces se logró lo deseado. Con El Instructor y la Reforma de la Escuela Elemental se superaron en mucho los periódicos de educación. Carrillo supo llenar las columnas de sus periódicos con el pensamiento pedagógico de Bacon y Locke, de Ratke y Co­menio, de Rousseau y Pestalozzi, de Froebel y Herbart, de P. Girard y mada­me Pape Carpentier, de Horacio Mann y Baldwin, de Homer y Flores, de Alcaraz y Guillé.



2. Las ideas pedagógicas de Carlos A. Carrillo.-Carrillo ocupó algunos cargo_ importantes. Fue llamado por el maestro Rébsamen a sentar cátedra en la Escuela Normal de Jalapa (1887); más tarde ocupó la Dirección de la Escuela Primaria Anexa a la Normal de Profesores de México (1890).
Las ideas pedagógicas dc Carrillo son importantes, habida cuenta de la época en que fueron sustentadas. El aprendizaje, dice, tiene un fin inmediato (la instrucción) y otros menos visibles que tienden a desenvolver las facultades del niño (la educación). Ésta no es otra cosa que el perfeccionamiento de las facultades humanas puestas en ejercicio. Mano, memoria, entendimiento, voluntad, todo es lo mismo para el caso, todo se desarrolla con elasticidad maravillosa cuando se ejercita.
A este desarrollo, no de una, sino de todas las fuerzas que Dios puso en el hombre en estado embrionario, a esta transformación de la simiente en ár­bol, es a lo que he llamado educación. La educación, tomada en este amplio y elevadísimo sentido, es el grande, noble y verdadero objeto dc la escuela; como es, asimismo, el blanco de la humanidad en su evolución triunfal hacia el progreso. [4]
La llave de oro de la enseñanza es para Carlos A. Carrillo el principio de la naturalidad. Censura todo artificio en la enseñanza, y ve en la Naturaleza la mejor guía y norma en la acción educativa. ¡ La Naturaleza! Si es verdad que detrás de ella existe la mano invisible de Aquel que con poder supremo la arran­ a la nada, si es verdad que ella tiene para los ojos del espíritu la diáfana transparencia de un cristal, a cuyo través contemplan absortos una sabiduría que todo lo hace bien, yo quiero preguntarle el plan que sigue para educar al hombre, porque ese plan es infalible, es obra divina.
Existen en general dos maneras de enseñar: los procedimientos sintéticos y los procedimientos analíticos. Los primeros son presa de un artificialismo; los segundos, acordes con la naturaleza del niño, son procedimientos que parten de las representaciones integrales y orgánicas de éste. Es indudable: el niño se ha­lla desde el primer instante en medio de toda una variedad de formas en el infinito número de objetos que la Naturaleza ha creado o que la industria humana ha producido, todas las líneas, todas las magnitudes, todas las combinaciones, en la confusión y variedad más sorprendente, más indescriptible, más desorientadora. Lo sumerge de golpe en la contemplación del universo, de ese todo, que es tan todo, por decirlo así, que abarca a los demás en su magnífica unidad, y deja que su mirada atónita y cegada se acostumbre primero a ese océano de luz deslumbradora, y lo descomponga después, y lo analice: sepa­rando sus diversas partes. El análisis, ésta es la palabra exacta que indica el método seguido. [5]
Asimismo es un defensor ecuánime de la enseñanza objetiva y, al propio tiempo, de los métodos concretos, psicológicos e inductivos.
Acredita las bondades del modo simultáneo de la enseñanza. Cuando un maestro, dice, se pone a dar clase de una materia a varios niños, puede proceder de dos maneras; o le. enseña a cada uno por separado, o les enseña a todos juntos.
Si hace lo primero, bien a bien, viene a dar tantas clases como alumnos
tiene; si lo segundo, no da más que una sola clase.
En el primer caso, la clase será muy corta para cada alumno; y éste aprovechará poco; en el segundo, el alumno sacara mayor provecho, porque la clase durará más.
Cuando quiere enseñar cosas distintas a los alumnos, aunque sean relativas
a la misma materia, tiene que enseñárselas separadamente.
Al primer modo de enseñar se le llama modo sucesivo; al segundo, modo simultáneo. El modo sucesivo de enseñanza invierte mucho tiempo en enseñar una sola cosa, por ello transforma las horas en minutos; el modo simultáneo, en cambio, logra cambiar los minutos en horas.
En los temas relativos de la didáctica especial aplica consecuentemente la doctrina establecida acerca del concepto de educación como cultivo de hábitos y destrezas. En la moral y en la instrucción cívica, hace ver la necesidad de transformar en modos de conducta los preceptos morales y cívicos. Un hombre puede saber muy bien todas las reglas de la moral, y ser un redomado bribón.
La sociedad tiene derecho de exigir a la escuela que haga de los niños hombres honrados y virtuosos, aunque no sean pozos de ciencia moral.
Enseñar la moral es bueno, es necesario, sin duda, pero no es bastante: la escuela no llena su misión sino educando realmente al niño. Hay maestros que cuando dan su clase de moral, creen que educan moralmente a la infancia. ¡Pobres ciegos! [6]
Con respecto a la didáctica del lenguaje explica Carrillo que la lectura debe enseñarse conforme al método de palabras compuestas, que consta de tres mo­mentos. El primero consiste en señalar la palabra, el segundo en descomponer ésta en sílabas y el tercero en descomponer las sílabas en letras. En su original libro de lectura, que intituló Nuevo método inductivo, analítico sintético, para la enseñanza simultánea de Lectura y Escritura, perfecciona el método de las palabras normales introduciendo el procedimiento inductivo en el apren­dizaje de esta importante asignatura. En y por una elevación gradual de lo concreto a lo general lleva la mente del niño a posesionarse de los fundamentos del lenguaje.
Carrillo rechaza por igual el método alfabético, o del deletreo, y el procedi­miento fonomímico, en la enseñanza de la lectura. El método fonético dice, tor­tura y desnaturaliza los sonidos de las consonantes, los hace más difíciles de articular para maestros y niños, ofrece coyunturas favorables para que el desor­den se introduzca en las clases, gracias a los silbidos, mugidos y bufidos con que se pretende representar las consonantes, y al fin no logra lo que quiere, porque el sonido vocal, más o menos breve, más o menos sordo, más o menos confuso, siempre se deja oír. La consonante, por su naturaleza misma, está adherida con adherencia tenaz e inflexible al sonido vocal, y es inútil empeño luchar contra la naturaleza de las cosas... Aunque menos defectuoso, el dele­treo es también objeto de censura. "Afortunadamente, concluye Carrillo, podemos prescindir de los dos en la enseñanza"

Nuevas y fecundas ideas ofrece Carrillo en la didáctica del lenguaje. Cuanto ha dicho tiene aún vigencia en la enseñanza de esta asignatura. Menos reglas y más ejercicios: éste es el postulado fundamental de su doctrina, que lleva a la práctica con su habitual agudeza y lucimiento en las diversas partes de la enseñanza del lenguaje (lexicología, composición, gramática, recitación, etc.).
Importantes, también, fueron las innovaciones que propuso tocante a la enseñanza de la aritmética. La vieja pedagogía dividía esta enseñanza en capí­tulos cerrados y conclusos:
lo. Escribir cifras, 2° sumar, 3°. restar, 4° multiplicar, 5° dividir. enteros, 6° sumar, restar, multiplicar, dividir, quebrados..

El alumno debía pasar sucesivamente por estos períodos como la Tierra por las diferentes épocas geológicas hasta llegar al último, al difícil período de la regla de tres compuesta y de la falsa posición. En contra de ello, la escuela mo­derna enseña simultáneamente las operaciones aritméticas, enseña al niño, cuán­to son tres y dos; cinco menos dos, etc., antes de que sepa escribir millones y trillones. Se debe enseñar al niño a sumar, dice Carrillo, restar, multiplicar dividir enteros al mismo tiempo -¿ Es imposible? Pues oíd todavía más: se le debe enseñar a sumar, restar, multiplicar y dividir quebrados, al mismo tiempo que se le enseña a hacer otras operaciones con enteros. -¿Es absurdo, imposible, quimérico?- Pues aún no he acabado de poner, dice, el colmo a vuestro asombro: cuando está aprendiendo e! niño las operaciones de enteros, puede, y aun debe, resolver reglas de tres, y de interés y de compañía, y hacer cuentas de denominados y de decimales. -¿, Es un sueño, una ilusión, una locura? - Nadie puede estar al mismo tiempo en una montaña, en la cúspide y en la base. -Pues bien, esa ilusión, ese sueño, esa locura, ese milagro se realiza en Alemania, se realiza en los Estados Unidos, se realiza en Francia se rea­liza en el mismo México en algunos establecimientos.[7]
El estudio de la geografía debe consistir en e! conocimiento de diversos países, no en el aprendizaje de sus nombres y de sus montes, etc.
Para conocer un país, se necesita: a) conocer su tamaño, y la forma y si­tuación respectiva de sus diversas partes; b) conocer su situación con relación a los demás países; e) su clima y condiciones meteorológicas; d) sus plantas, animales y minerales; e) su agricultura, industria y comercio; f) el estado y la organización social de sus habitantes (organización de la familia, distribución de la propiedad raíz, de las fortunas, de la instrucción, etc.), g) su organiza­ción política.
Como todo conocimiento real no puede adquirirse sino intuitivo o sea indi­rectamente, o por comparación con otros objetos conocidos de un modo intuitivo, se sigue: primero, que el conocimiento de los países ha de ser intuitivo o adquirido por comparación ; segundo. que el primero debe preceder necesariamente al segundo.
En tal virtud, el estudio de la geografía debe comenzar por el conocimiento de la localidad en que vive el niño, y que puede conocer por sus propios ojos.
En la enseñanza de la historia recomienda Carrillo que se le dé preferencia a la narración y explicación de las instituciones y no se quede el maestro refiriendo hechos aislados y poco importantes. Y así, desenvolviendo los principios de la didáctica general, trata de la enseñanza del dibujo, de las ciencias natura­les, del canto, de la gimnasia, etc.
En problemas concernientes a legislación y organización escolares, tuvo muy necesarias y trascendentales ideas. Consideraba que había que unificar la legis­lación educativa en todo el país, como antecedente legal para uniformar la en­señanza primaria. Con ocasión del Congreso de Instrucción, en donde se deba­tía cuestión tan ardua, aseguraba que para consolidar la obra de unificación de las leyes de enseñanza, era preciso privar a los Estados de la facultad de legislar sobre este ramo, trasladándola a otro cuerpo, que no podría ser sino el Congreso Federal. "Pensar que así se hará, es cuerda y fundada conjetura".
Muy atinadas recomendaciones, documentadas en su erudición y buen sen­tido formuló sobre los edificios y mobiliario de las escuelas. Sobre los libros de texto y Útiles escolares pudo emitir sensatas y prudentes reflexiones, inspiradas en su pedagogía progresista.
Era partidario de los grupos homogéneos de alumnos, y, por ende, de una clasificación psico-pedagógica de éstos. Igualmente sostuvo, inspirado en las mejores razones, la necesidad de establecer escuelas graduadas en todos centros urbanos de la Republica. Su pensamiento sobre los medios para estimar el aprovechamiento de los alumnos lo llevo a concebir una reforma en los exámenes, que aún hoy es un ideal pedagógico de la más avanzada doctrina. ¿ Por qué hay que preguntar al niño lo que ya sabe? ¿ Por qué no hay que ofrecerle en los exámenes nuevos problemas para medir la capacidad de su formación'? "Si se pregunta al niño lo que ha aprendido ya, y responde satisfactoriamente, ¿ qué acredita en suma? Una buena memoria. ¿ Y hoy, que todos claman contar el cultivo exclusivo de la memoria en la escuela primaria, habremos de contentamos con que salgan de sus bancos buenos memoristas? Si en vez de eso le interrogamos sobre cosas que aún no conoce, pero que puede descubrir por sí mismo, porque tiene los datos suficientes para ello, entonces sí se puede juzgar del vigor de su entendimiento y de su razón".
Contra la inveterada y difundida práctica docente de otorgar premios a los alumnos, destaca el principio de una pedagogía del deber y de la responsabilidad. El educador debe tratar de formar hombres que cumplan con sus obligaciones porque éste es su deber; no porque de llenarlas les resulten ventajas. A mi modo de ver, el cargo más grave que puede hacerse al otorgamiento de premios, dice, es el que éstos tuercen la conciencia moral del alumno, incitándole a obrar por móviles interesados.
y así, sobresaturado siempre de erudición, a la par que guiado por un astro poco común, de originalidad, glosó con fidelidad, comentó con acierto y propuso reformas con destreza suma, ora acerca de los programas escolares, ora alrededor de la selección de los educandos, ora en tomo a la distribución del tiempo de los alumnos. . .


3. La Sociedad Mexicana de Estudios Pedagógicos.-El eras pedagógico de Carlos A. Carrillo tuvo otra brillante y fecunda manifestación. Debido a su empeño y autoridad moral e intelectual se fundó ]a "Sociedad Mexicana de Estudios Pedagógicos", ]a primera en su género en México.
Torres Quintero, contemporáneo de los hechos, describe de esta manera el conocimiento de tan importante Institución: "El profesor de 20. año de Pedagogía, señor licenciado don Ramón Manterola, había iniciado con sus alumnos del curso de 1890 para reuniones dominicales en su casa. Inútil sería decir que el objeto de éstas era algo más que forzar un curso escolar; en realidad eran conferencias y lecturas escogidas, particularmente de carácter filosófico, psicológico y moral.
Con los alumnos de 1891 continuó la plausible costumbre.
"Pues bien, al salir de las aulas estos últimos y entrar de lleno en la lucha por la vida en la misma ciudad de México (casi todos los del curso anterior se habían ido a los Estados), tuvieron que desbandarse, experimentando bien pronto la nostalgia de ]a escuela, si se nos permite la expresión: como los polluelos que buscando su alimento se alejan de la cariñosa madre, el calor de su cuerpo. Mas, ¿ qué hacer? El señor Manterola dedicábase ahora con igual celo a trabajar con sus nuevos alumnos; formaba un nuevo hogar, por decirlo así, al que aquellos creían no tener derecho a pertenecer,
"¿ Quién podría entonces reunidos al llamado del estudio y del amor'? Carrillo, solamente Carrillo, en quien se adunaban la abnegación. la perseverancia, y el desinterés transmitir a otros las luces de su saber.

"Con efecto; visitaron a] señor CarrilIo en su Escuela Municipal expusieron sus ideas y e invitaron para que formara con ellos "una sociedad de estudios pedagógicos", que él habría de presidir, con el fin de seguir cultivando el estudio de su profesión.[8]
"Él con su bondad peculiar y su habitual modestia, pero con mirada de vidente, contestó que no era capaz de dirigir a alumnos tan aventajado". pero sí podría estudiar juntamente con ellos; y que si algo de lo él sabia lo ignoraban ellos, con e] mayor placer se los participaría.
"Pero, agregó, ¿por qué solamente nosotros hemos de estudiar'? ¿ Por qué no invitar a los señores ayudantes de la Norma] y a sus compañeros los alumnos que están terminando sus estudios? ¿Por qué no llamar también él los viejos maestros? Éstos saben más que nosotros, saben muchas cosas que han aprendido en ]os bancos de la escuela; allí, frente a sus discípulos, han descubierto cosas que seguramente no se encuentran en los libros; allí, obligados por ]a necesidad, han inventado procedimientos de enseñanza que nosotros no nos imaginamos. Más todavía: ustedes han aprendido mucha ciencia, es verdad.
pero no toda; y quererla conocer ahora que, por razón natural, tienen por fuera que dedicar el mayor tiempo posible a sus escuelas, es muy difícil. Entonces, ¿por qué no invitar a los mismos maestros de ustedes, por ejemplo, que son verdaderas notabilidades en la materia a que se dedican, para que no den dos o tres conferencias anuales sobre su especialidad?
"iQué penetración la de Carrillo! ¡En un instante su fogoso pensamiento había organizado una asociación de maestros franca, liberal, sin exclusión de ningún elemento! Y en un instante también había formulado un programa amplísimo!
"Pocos días después comenzaba sus trabajos la "Sociedad Mexicana de Es­tudios Pedagógicos", con un personal muy exiguo al principio, pero con un presidente tan entusiasta, cuya actividad, discreción y prudencia fueron tales, que pronto logró reunir los elementos más disímbolos. ayudantes de la normal de Profesores, alumnos adelantados de ambas Normales, Profesores Nacionales, profesores municipales de la Capita] y de Tacubaya, profesores particulares, y aun al mismo señor Manterola, nuestro maestro, quien puso a disposición de la Sociedad las páginas de su "Boletín Bibliográfico y Escolar".[9]

4. La revista pedagógica "México intelectual" y los rebsamenianos.--Otra muy importante revista de carácter pedagógico, que apareció en el siglo XIX, fue "México intelectual", editada en Jalapa desde 1889.
El alma de la Revista fue Enrique C. Rébsamen y sus colaboradores, que formaron un nutrido y compacto grupo, eran discípulos y partidarios de este eminente maestro suizo.
Entre los rebsamenianos más próximos al maestro, se encuentra E. Fuentes y Betancourt, corredactor propietario de la Revista. Comprendiendo y sintiendo el problema de la educación popular, ahoga este pedagogo por una verdadera democratización del saber, por una auténtica instrucción de las masas. Para lograrlo hace ver la urgencia de una reforma capital de la instrucción primaria, cuyo presupuesto imprescindible es la dignificación del maestro. Urge, dice,






MÉXICO INTELECTUAL.


LA ENSEÑANZA MODERNA Y ANTIGUA.


He aquí el principio fundamental de la enseñanza moderna"
proclamado por primera vez por Pestalozzi, preconizado hoy por todos los pedagogos, y formulado nuevamente por Herbert Spencer: LA ENSEÑANZA DEBE CONFRONTARSE, EN SU ORDEN Y METODO, Á LA MARCHA NATURAL DE LA EVOLUCIÓN FÍSICA Y PSÍQUICA DEL HOMBRE.
En este principio estriba la llamada enseñanza intuitiva u obje­tiva (Anschauungsunterricht) realizada por Pestalozzi, y cuya importancia expresa el mismo Maestro con las siguientes pala­bras: LA ANSCHAUUNG (observación é intuición) ES EL FUNDA­MENTO ABSOLUTO DE 'TODO SABER.

Una página de la Revista México Intelectual, escrita por Enrique C. Rébsamen,



dignificar a éste, material, intelectual, moral y socialmente. Materialmente, para que pueda vivir, no ya con gran desahogo, pero al menos libre de la horrenda estrechez que generalmente padece; intelectualmente, para que pueda disfrutar la existencia del espíritu por medio de los conocimientos adquiridos, y que es su deber transmitir a los educandos que se le confíen; moralmente, para que deje de ser otro paria social más, añadido al no pequeño número de los ya existentes, y tenga, por el contrario, conciencia plena de toda la dignidad con que se encuentra investido; socialmente, por último, para que las gentes, de cualquier clase y condición que sean, miren a todas horas en él, lo que deben mirar, el primer motor de la cultura humana y el ministro y agente más indispen­sable del progreso universal, cualesquiera que sean los multiformes aspectos y variados matices que éste revista.
Dentro de estos postulados sociales de la pedagogía, intercede entre otras cosas, por la educación profesional de la mujer , y, consecuentemente, por la emancipación económica de ésta.


El señor Carrillo no se retrató en vida. El presente retrato está dibujado teniendo a la vista una fotografía del ilustre maestro.

El tercero de los corredactores propietarios de la Revista (el primero era Rébsamen, y el segundo, Fuentes y Betancourt) fue el doctor en Filosofía Hugo Topf, políglota y eminente naturalista. .
Junto con sus reiteradas traducciones de las informaciones extranjeras acerca de los grandes eventos pedagógicos ocurridos en el mundo, que, naturalmente, insertaba en las páginas de "México intelectual", hay que mencionar sus sabias y oportunas reflexiones en torno a las ciencias de la Naturales y a la didáctica de éstas.
Como objetivos de la enseñanza elemental de las ciencias naturales, particularmente biológicos, señala Topf, tres; contribuir al desarrollo de la facultad del niño; desarrollar en éste la comprensión de la vida y del mundo, y proveer al alumno de cierto número de conocimientos útiles para su actividad práctica.
En cuanto al proceso didáctico de la enseñanza de estas disciplinas, indica que la marcha debida es la inductiva, la cual, como es sabido, parte de lo individual para elevarse a lo general y abstracto. Descender desde la idea del universo a las leyes físicas y químicas y los fenómenos correspondientes, por un lado, y por otro, a los tres reinos naturales, para estudiar en seguida las clases, ordenes, géneros, especies y, por fin, los individuos que componen estos diferentes agrupamientos sistemáticos, seguramente no es el medio más a propósito para educar la observación en el niño; recargar la mente de éste con palabras huecas y definiciones incomprensibles, no es, sin duda alguna, el procedimiento más adecuado para despertar el interés hacia la Naturaleza; aprender de memoria una clasificación zoológica no es estudiar la vida de los animales, y el estudio de un sistema botánico en el primer año de una escuela primaria elemental, no se puede calificar ciertamente como la debida prepara­ción para una enseñanza esencialmente intuitiva. Ojalá y pudiésemos hablar ya de un método tan infructuoso y aun perjudicial como de uno de tantos errores de los tiempos pasados, que registran los anales de la Historia de la Pedagogía; pero todavía no escasean los planteles de los que salen los jóvenes para entrar en la vida práctica, provistos de una buena cantidad de términos botáni­cos y zoológicos, pero sin los más mínimos conocimientos reales ni de la vida vegetal, ni de la animal, ni de su propia organización. [10]
Realizaciones importantes en la didáctica de la enseñanza primaria se asocian al nombre del rebsameniano Graciano Valenzuela, Subdirector de 'la Escue­la primaria anexa a la Normal de Jalapa. Por manera admirable supo aplicar los principios de la enseñanza objetiva en el aprendizaje del idioma. Éste decía, debe consistir en una serie de ejercicios, hasta que intuitivamente el discípulo llegue a servirse con habilidad del lenguaje para expresar sus impresiones, sus sentimientos, sus ideas; de igual modo que para formarse también por medio de él las nociones de hechos y de cosas. .
Manuel R. Gutiérrez tuvo preferencia por la pedagogía de las ciencias físico matemáticas; más tarde, disputó contra el propio Rébsamen en torno del método.[11]En la pedagogía rebsameniana, J. H. Figueroa tuvo una vislumbre de la escuela del trabajo al introducir en México el Sloyd pedagógico, de Otto Salomón, o sea la concepción funcional de los trabajos manuales en la ense­ñanza, que más tarde Miguel Arriaga explicitó en su libro El Sloyd Mexicano o Guía del Trabajo Manual Graduado en las Escuelas Mexicanas.
Importantes, también son: Javier Arrangoiz, con sus artículos, que propugnan la supresión de los sistemas artificiales de premios y castigos; Vicente Mora, inspector de Instrucción Pública en el Estado de Sonora; Miguel Macías, Luis Murillo, Abraham Castellanos, Luis J. Jiménez, Joaquín E. Rosas. Amoldo Cabañas, Andrés Cabrera, Ernesto Alconedo y otros.
Hacia 1904, la Revista dejó de ser dirigida por el maestro Rébsamen, Conservando la misma orientación y propósitos, cambió de nombre। Fue llamada México Pedagógico, y dirigida por Luis जे Jiménez y Amoldo Cabañas.

5. Los pedagogos mexicanos más notables hacia fines del siglo XIX .-Hacja la última década del siglo, la reforma de la educación en México contaba con una pléyade de excelentes pedagogos. Miguel F. Martínez y Emilio Rodríguez. en Monterrey, donde se editaba La Revista Pedagógica; Gregorio Torres Quintero y Victoriano Guzmán, en la Costa del Pacífico, que con amplia y sólida formación redactaban La Educación Contemporánea; Ramón Manterola, Manuel Cervantes Imaz y Ezequiel A. Chávez, en el Distrito Federal, donde aparecía bajo la dirección de este último, la Revista de la Instrucción Pública Mexicana: Rodolfo Menéndez, inspector escolar del Estado de Yucatán y fecundo publicista en los diversos dominios de la pedagogía de la escuela elemental, que, por su propio esfuerzo, hacía negar a los maestros de la península yucateca su periódico La Escuela Primaria; José J. Barroso, en Chilpancingo, que publicó La Educación Artística; José G. Zapata, en Guadalajara; Emilio Cabrera, en Puebla. en donde se editaba con buen éxito El Estudio; Bruno Martínez. asimismo inspector de escuelas, en Durango; José E. Pedrosa, en Zacatecas, Enrique Paniagua que dirigió el Boletín de Instrucción Primaria, en Guanajuato; Jesús Díaz de León, en Aguascalientes, y Alberto Correa, infatigable editor de La Revista
Escolar, en Tabasco; además de Enrique C। Rébsamen y Carlos A. Carrillo que impulsados por el soplo pedagógico de sus antecesores, López Cotilla, García San Vicente, De Calderón, Alcaraz, Guillén y Aranda, ahora continuaban a paso firme la reforma de la educación en la república.

[1] Nació en julio de 1855, en la ciudad de Córdoba. Murió en México en marzo de 1903.
[2] Comp. GREGORIO TORRES QUINTERO Y DANIEL DELGADILLO, don Carlos A. Carrillo México, 1907
[3] G. TORRES QUINTERO Y D. DELGADILLO. Op. cit.,p{ag. 22
[4] CARLOS A. CARRILLO, Artículos Pedagógicos, Pág. 325.
[5] Ibíd., Pág. 350 y ss.
[6] ACRLOS A. CARRILLO. Op. cit., tomo II Pág. 21.
[7] CARLOS A. CARRILLO. Op. cit. Tomo II, Pág. 21.
[8] Ibíd., pág.265.
[9] GREGORIO TORRES QUINTERO Y DANIEL DELGADILLO. OP. CIT. PÁG. 46.
[10] México Intelectual, tomo VI, pág. 83.
[11] M. R. GUTIERREZ, Evolución del Método. México, 1902.